Hotel “Okako”

No puedo parar de cantar "Gracias a la vida que me ha dado tanto" de Mercedes Sosa. Y me diréis: ¿por qué? Porque sí, porque le estoy muy agradecida (a la vida) y porque Coro (socia y directora del hotel) la puso durante mi estancia allí. Esta canción siempre me arrancará una sonrisa recordando los bonitos momentos vividos en Okako.

El hotel es una pequeña galería de arte, donde cada rincón tiene una creación única y diferente. Muchas de ellas son de Miguel (hijo de Coro), aunque también se puede encontrar alguna pieza del artista Juan Gorriti. Entre todas ellas, se dispone el hotel.

Es pequeñito, pero con mucho encanto. La entrada está diseñada con un gusto exquisito. Me fascinó la estructura metálica, de diferentes niveles, donde está la viga de madera que hace de fuente, la piscinita con piedras blancas inmaculadas y las plantas distribuidas por todas partes. Me pareció una bienvenida muy relajante.

La zona común es una sala de tamaño medio con una mesita y diferentes tipos de sofás y/o sillas; un espacio muy cómodo que está presidido por una luz que merece mención aparte. Es un diseño de la misma Coro (ahora ya entiendo de quien ha heredado Miguel el espíritu artístico!) que no duda en quitarse méritos cuando me ve hacerle mil fotos. Hay servicio permanente de agua, café, té, pastas y fruta; algo que, personalmente, agradecí muchísimo.

Doce habitaciones, 8 en la planta superior y 4 en la inferior, 9 dobles y 3 individuales; todas ellas con las comodidades necesarias (AACC, TV, Wifi) para relajarse después de un día intenso por Donosti.

Ya sabéis que me encantan los establecimientos más bien pequeños y con un encanto especial; si, encima, está bien ubicado (a 5 minutos a pie del centro) y tiene un servicio fantástico... es un ejemplo claro de "raconet"!