Hotel “Lodge Ocean et Savane”

Después de pasar una mañana maravillosa en Lac Rose; fuimos hacia el sur para tomar, de nuevo, la carretera A1 para dirigirnos hacia Thies, en dirección contraria a Dakar. Nuestro objetivo final era llegar al norte, a la zona de Saint Louis.

Thies, desde mi punto de vista, no tiene ningún encanto. Si no fuera porque era la hora de comer, creo que no le habríamos dedicado ni un minuto. Del restaurante Rex de Thies destaco la amabilidad de la gente y la autenticidad. Ni las instalaciones, ni la comida merecen la pena. También debo decir que no había nada mejor en la zona.

Finalizada la comida, tomamos la N2 hacia el norte dirección Gueoul. El objetivo era ver a su famoso baobab, árbol místico y milenario. Es enorme y precioso. Está a pie de carretera. Vale la pena detenerse. Al lado mismo del árbol, hay paraditas de gente local. Quieren aprovechar las visitas de los turistas que se dejan caer por allí. El arte senegalés tiene mucha gracia (ya lo vi en Ile de Gorée). Si hubiera tenido espacio en la maleta, me habría llevado una máscara y una pintura.

En esta carretera, tanto en la ida como en la vuelta, tuvimos una experiencia desagradable. Fuimos detenidos en un control militar y tuvimos que pagar para recuperar nuestros pasaportes. Hasta ahora, no había experimentado algo así en ningún otro país, y me sorprendió especialmente porque no viajábamos solos, sino acompañados de un local. Fueron un par de incidentes menores, pero al fin y al cabo, fueron sustos.

Llegar a Lodge Ocean et Savane me pareció maravilloso. Es un oasis de paz y tranquilidad. Está justo en frente del océano; pero hay una lengua de tierra que detiene cualquier movimiento del mar y regala serenidad a lo largo de toda la Plage de Taré.

Lo primero que vimos es la zona común. Es una construcción de dos plantas relativamente nueva. Arriba está la terraza del restaurante. Tiene maravillosas vistas a la piscina y al mar. La decoración es rústica y elegante. El sol estaba bajando y le daba un color dorado a la madera que me pareció mágico. Abajo se encuentra la piscina y el bar.

Las cabañas o habitaciones son sencillas y básicas, pero tienen lo necesario, excepto WIFI. Para tener Internet, es necesario ir a la zona del restaurante o del bar, pues la cobertura no llega. Las camas son muy cómodas y todo está muy limpio. Las terrazas son de uso privado y tienen mucha gracia. Debo decir que las cabañas son infinitamente más bonitas de fuera que de dentro. Están repartidas de forma irregular delante de la playa y entre ellas se encuentran hamacas colgadas de los árboles que me regalaron una tarde maravillosa.

De la piscina sale un caminito que va hacia la playa. Es curioso ver las distintas costumbres que tenemos en los distintos países. La playa estaba vacía. Sólo había un par de barcas abandonadas, otra barca en el mar sin ancla (que todavía no entiendo cómo no desapareció), medusas gigantes en la arena, conchas y caracoles por doquier y alguna persona local transportando cosas con un burro. Siempre digo que la luz de África es distinta; pues lo vuelvo a confirmar. El dorado de la puesta de sol que viví en este hotel no lo he visto en ninguna parte más (quizás en otro hotel de Etiopía).

Si vais, estad atentos y preguntad por los horarios de los generadores de luz. Yo sólo disfruté de luz dos horas por la noche y dos por la mañana. Fui justita para cargar cámara y móvil... ;-)

Aunque el hotel tiene un par de limitaciones importantes, el encanto es casi infinito. Es el mejor hotel que estuve en Senegal. El equipo es muy amable y la comida estaba buenísima. ¡Volvería hoy mismo!

Si necesitáis y/o queréis ayuda en la organización de la escapada, ¡no dudéis en enviarme un mail!

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